viernes, 9 de diciembre de 2011

Domingo por la tarde en el 'fútbol'


No me podía despedir de Andorra sin ver un partido de fútbol en vivo y en directo. Duelo en la cumbre. El clásico. Pidasa FC Santa Coloma-Matecosa UE Sant Julià de Lòria, de la máxima categoría, la Primera División andorrana de fútbol en el Estadi d'Aixovall. Por debajo del Andorra FC, federado en la territorial catalana y que llegó a estar en Segunda Dvisión B (ahora está en la Segunda Regional Catalana), los dos equipos citados son los más relevantes del país, y el domingo 4, día de las elecciones, medían sus fuerzas. "Ya verás, es casi como fútbol de empresas", me había advertido Rafa. 0-1, con gol, buen gol, de libre directo, partido con muchas más tarjetas que tiros a puerta y ocasiones, con un frío escandaloso en la grada ("y eso que no hace viento, que no he pasado más frío en mi vida que aquí cuando sopla, sobre todo cuando se esconde el sol"), y con 200 valientes en la grada que probablemente esperaban bastante más del choque y que se dedicaban a comentar las tarjetas mostradas o perdonadas por el árbitro. El fútbol es así, también en Andorra.

Un buen paseo como despedida


Mi último día en Andorra lo dediqué nuevamente a pedalear por los alrededores de la Seu, esta vez honrado por la compañía de Pepa y Rafa. 20 kilómetros otra vez por Arfa, Montferrer, el desvío del aeropuerto y Aravell, un pequeño núcleo de población con un gran campo de golf, un lugar tranquilo, rodeado cómo no de prados y vacas. Un día frío pero soleado, un paseo agradable, en buena compañía, con los culpables de que haya disfrutado de estos 17 días de trabajo, deporte y turismo, los responsables de que lo haya tenido casi todo. Gracias.

Visita al Estany de Puigcerdà y al enclave de Llívia

Ya que disponía del sábado libre, después de ver el Parc dels Búnquers, mirando el tiempo horario y meteorológico, opté por acercarme a Puigcerdà y Llívia, a una media hora más al este de Martinet y ya en la provincia de Girona. Comí en el mismo pueblo de Martinet, en un hostal de travesía. Me sentí retrotraer en el tiempo, como cuando la N-III cruzaba Caudete de las Fuentes. Bastantes carreteras atraviesan todavía poblaciones, con el riesgo que supone para sus habitantes pero también con la vida que el tránsito de vehículos les aporta, como por ejemplo que haya hostales y restaurantes que gracias a eso sigan en funcionamiento, y además te sirvan en el menú primer plato, segundo plato, tercer plato y postre. Y pan y bebida. Y café porque no tomo.

 Puente en Martinet. Diría que esto ya lo he visto en algún sitio.

Después de maravillarme con el original puente inaugurado el año pasado en Martinet y que no lleva a ningún sitio, me dirigí a Puigcerdà, de unos 9.000 habitantes, justo en medio del Pirineo catalán. Un lugar 'bien', históricamente y también en la actualidad. Emplazada en la Baja Cerdaña, ya a finales del S.XIX la burguesía barcelonesa (la Ciudad Condal está a 170 km) la escogió como lugar de segunda residencia. Además, hay una docena de estaciones de esquí en un radio de 50 km,como La Molina, Masella y las francesas Font Romeu y Pyrénée 2000. Además, este valle es el que disfruta de más horas de sol de todos los de la zona. En otras palabras, los chalecitos que se ven en Puigcerdà están bastante bien.

Además, cuenta con el atractivo del lago, del estany, en el Parque Schierbeck. Por partes: el lago, artificial, está rodeado por suntuosas casas, villas de veraneo construidas en el primer tercio del siglo XX. Son edificios residenciales aislados, rodeados de jardín y de estética 'noucentista'. En cuanto al nombre del Parque, se puso en honor del diplomático danés German Schierbeck, cónsul general de su país en Barcelona. En 1866 visitó la Cerdanya y se enamoró de Puigcerdà. O eso explica un rótulo en el parque.



 Vuelta al Estany de Puigcerdà.

En cuanto a Llívia, es como el Rincón de Ademuz, pero en otro país. Es un enclave con presente pero con mucho más pasado de menos de 2.000 habitantes que pertenece a Girona pero rodeado de territorio francés y se comunica con España a través de una carretera de libre circulación. Y todo esto merced al Tratado de los Pirineos, firmado en 1659. Llívia tenía -y tiene- el título de "villa", concedido por Carlos V un siglo antes. España cedió a Francia los 33 pueblos de las comarcas catalanas del Vallespir, el Capcir, el Conflent, el Rosellón y la Alta Cerdaña que hoy forman, junto con la Fenolleda, el departamento francés de los Pirineos Orientales. Sin embargo, Llívia quedó fuera de este tratado por tratarse de una villa y no un pueblo. Es la capital natural de la comarca de la Cerdanya, junto al curso del río Segre, y se la considera la cuna de Catalunya. Además, alberga la farmacia más antigua de Europa. La farmacia Esteve data de 1594 y en 1926 cerró sus puertas, pero la Diputació de Girona la adquirió en 1965 y la convirtió en museo.

Llívia se puede recorrer en una tarde siguiendo un itinerario turístico que sirve de repaso a las diferentes culturas que la han habitado: romanos, visigodos, musulmanes y cristianos. Mi paseo fue corto, ya de noche pero con una agradable temperatura, no la suficiente como para que me alguien me hubiera invitado a una terraza de un chalecito como la que vi, de varios cientos de metros cuadrados, con un par de tumbonas y un jacuzzi. En otra estación, quizás.
Esto es lo único que me dio tiempo a fotografiar, la noche me cayó encima.

jueves, 8 de diciembre de 2011

La inútil, olvidada y secreta Línea P









A poco más de media hora de Andorra, a unos 25 kilómetros al este de la Seu d'Urgell, se encuentra el municipio de Montellà i Martinet, de poco más de 650 habitantes, que alberga el Parc dels Búnquers. La histórica frontera natural y puerta de acceso a la Península de los montes Pirineos siempre fue objeto de deseo, punto de encuentro y obstáculo para conquistadores y defensores. Nos centramos en este lugar en un momento de la historia. Después de la Guerra Civil, y con la Segunda Mundial en pleno desvarío, a alguien de nombre Francisco le entró la paranoia de 'proteger' España de una ¿posible? invasión a través de la cordillera pirenaica, ya fuera de los nazis, de los maquis, de los aliados, de los comunistas o de todo aquél que tuviera envidia de la grandeza de la madre patria. Para ello, se le ocurrió ordenar la construcción de unos 10.000 búnqueres desde el cabo de Creus hasta el País Vasco, desde el Mediterráneo hasta el Cantábrico, que acabarían con cualquier intrusión en territorio español. Para ello, dio vía libre a la expropiación de tierras e 'invitó' a mineros asturianos, ingenieros y soldados de la reserva a llevar a cabo tan magna obra. Ni se terminó -se construyó aproximadamente la mitad- ni se utilizó, ni se equipó, ni se pudo financiar por su elevado coste, la precariedad de la posguerra y su ulterior carencia de sentido, ni sirvió de nada, porque poco tiempo después se abrió la frontera con Francia, los medios aéreos sustituyeron a los terrestres en los ataques bélicos y el demencial proyecto se abandonó y se guardó en un cajón con la esperanza de que se olvidara y nadie preguntara por él.

La visita al Parc -la Cerdanya, región donde se ubica, se consideraba un punto estratégico y concentra una gran cantidad de búnqueres-, previo pago de 8 eurazos, comienza con un audiovisual en el que explica la particular 'línea Maginot' que se quiso aplicar en este caso entre 1944 y 1957 bajo el nombre en clave de línea P (de Pirineos, aunque también puede ser de Pérez) o línea Gutiérrez (no tenía otro apellido más rimbombante el coronel que participó en una reunión sobre la cuestión). Se visitan unos cuantos búnqueres -puntos de combate, puntos de artillería, nidos de ametralladoras- y se recorren galerías subterráneas. Nada más comenzar la visita, la guía descarta el morbo como elemento motivador, ya que no se dio uso a las instalaciones. No obstante, queda imaginar, mientras se discurre encorvado y puliendo el techo con el casco por los túneless y se dispara la mirada por los ojos de los búnqueres, el paisaje físico e intelectual de hace casi 70 años para intentar comprender los motivos de aquella fastuosa oda al despropósito. La ubicación era buena para defender la frontera montañosa, la fluvial del Segre y la carretera (N-260), pero en los años 40 poco se podría haber hecho ante los bombardeos aéreos. Y nada se hizo, ni se terminó.

Además de las construcciones, del macroproyecto se derivó en la Cerdanya la integración que en algunos casos se produjo entre obreros y lugareñas hasta acabar en matrimonios, y las expropiaciones de tierras que con el paso de los años, y tras el completo abandono de los búnqueres, fueron recuperadas por la vía de los hechos por sus anteriores propietarios. Ya en plena transición, una nueva revisión por parte del Ministerio de Defensa, propietario de todas las construcciones de la línea P, volvió a desposeer a sus dueños de ellas. Y aun hoy día, cuentan en el Parc, se dificulta por parte de la Administración la investigación de todo lo relacionado con este proyecto. Desconozco los motivos.









martes, 6 de diciembre de 2011

La Seu-Arfa-Aeroport









Una nueva visita a la Seu me permitió llegar en bici hasta el aeropuerto de Pirineus-la Seu d'Urgell, también conocido como Pirineos-Andorra (no confundir con el de Huesca-Pirineos), en los términos municipales de Montferrer i Castellbó y Ribera d'Urgellet. Se trata de un aeropuerto pequeño, abierto en 2010, que es usado como aeródromo y acoge vuelos de aviación general y de emergencia, a la espera de de recibir vuelos comerciales en el futuro, porque de momento ahora la actividad es más bien escasa y no enturbia la tranquilidad del entorno.

Con un frío respetable, abrigado con maillot, cortavientos, forro polar, guantes y braga, recorrí una vez más el delicioso camino hasta Arfa (668 metros de altitud) y atravesé el polígono industrial de Montferrer y la N-260. La carretera que lleva a Castellbó se inicia con un perfil ascendente, suave al principio que se va endureciendo conforme se avanza hasta completar 1,2 km. Llegado al desvío hacia el aeropuerto, quedan otros tres kilómetros hasta que se ve el complejo, siempre ganando altura hasta alcanzar los 800 metros. El primer y el último tramo lo tuve que hacer con plato pequeño, con un tramo intermedio más benévolo. Cuando se avista la pista, el terreno se allana. La carretera rodea el recinto y lleva hasta la entrada. En mi visita, en la pista había dos avionetas, y una despegó. Toda una suerte.

Lo mejor del recorrido es la vista. Desde el aeropuerto se ven las cumbres nevadas, y desde la carretera que lleva a él una impresionante vista del valle por el que transcurre la C-14, carretera que une la Seu con Lleida. El pequeño núcleo de Arfa queda recortado entre prados, las revueltas del río Segre y las laderas boscosas de las montañas. El descenso fue rápido, con el único inconveniente del frío, y es que a mi llegada a la Seu, a las 14:30 tras 26 km, un termómetro marcaba 4º. Frío, pero muy satisfecho.








Collada de Beixalís: la cumbre donde confluyen Encamp, la Massana y Escaldes-Engordany


Por donde está la señora vaca de la izquierda tuve que deslizarme, ellas no se iba a apartar.

Placas de agua helada en zona de umbría.

Territorio vacuno. Buen abono.



Vista de Encamp.



La Collada de Beixalís se puede subir en bici por la cara de la Massana o a pie por la cara de Encamp. A pie porque el camino sólo está asfaltado parcialmente; el tramo no asfaltado se encuentra rodeado de prados, donde vacas y caballos pacen y pastan a sus anchas. Pero, sobre todo las vacas, no tienen suficiente con sus extensas praderías y gustan de invadir el camino para probar otras hierbas. Y eso es lo que me pasó al poco de iniciar la amplia, empinada y serpenteante pista. Ya tuve un aviso en una de las primeras curvas: vacas que se asomaban al camino, apreté el paso para no estorbarlas, pero hicieron amago de echar andar detrás de mí. Afortunadamente mi paso era más veloz y les di esquinazo. Un poco más arriba, tuve que esperar pacientemente a que unas seis reses salieran de un prado, avanzaran a paso de vaca por el camino, y se adentraran en otro pasto.

A la tercera llegó la 'prueba de fuego'. En una curva, entre una casa-refugio, la ladera empedrada de obra y un prado, quince vacas decidieron que aquel rincón a la sombra era ideal para detenerse y mirarse unas a otras. Tras cinco largos minutos de prudente espera, decidír 'coger la vaca por los cuernos' y atravesar la manada, por el bordillo de medio metro pegado a la ladera. Ni caso. Las vacas me miraban, o no, no lo sé, yo sólo miraba al frente y cuando pasé cerca de dos, éstas se apartaron. 'A vaca pasada' les hice fotos y pensé que no era para tanto, pero más arriba, cuando me encontré otro grupo de tres, pasé presuroso y sin girar la cabeza junto a ellas. Ya se sabe, 'hasta el rabo todo es vaca'.

Por lo demás, la ruta merece la pena porque arranca desde unos 1.400 metros de altitud y va ganando gradualmente altura, con lo que se obtiene una hermosa panorámica del valle de Encamp. Son 10 km en total, aunque da la sensación de que "la cumbre está ahí", pero la pista se enreda en vueltas y revueltas. En algunas que corresponden a zonas de umbría, las placas de hielo sorprenden por su tamaño.

Cuando se corona, después de un buen esfuerzo porque en esos 5 km se elevan hasta los 1.800 metros, queda todavía una sorpresa. Otra pista se adentra a mano izquierda en el bosque y lleva hasta el punto donde confluyen los términos de las parroquias de Encamp, la Massana y Escaldes-Engordany. El núcleo urbano de la Massana queda más lejos, pero desde ese punto, a un lado, se vuelve a ver el valle de Encamp; a otro, el valle en el que se sitúan Escaldes y Andorra la Vella. Además, al frente, se adivina el perímetro del Llac dels Engolasters, y si se agudiza la mirada se intuye el agua, ya que el punto de observación queda por encima del lago.

El descenso puede llegar a ser vertiginoso, sobre todo si se tiene prisa. En el tramo de asfalto, casi a paso de marcha militar, y en el de tierra, a través de algún prado que permitía atajar unos metros y algún que otro minuto. Al fin y al cabo, si las vacas invadían mi territorio, yo también podía invadir el suyo. Eso sí, en su ausencia, no fuera a ser que...

Encamp desde más de 1.800 metros de altitud.

Escaldes-Engordany y Andorra la Vella, desde el mismo punto.


Se adivina la silueta del Llac dels Engolasters.

Las grandes protagonistas de la ruta.