viernes, 9 de diciembre de 2011

Visita al Estany de Puigcerdà y al enclave de Llívia

Ya que disponía del sábado libre, después de ver el Parc dels Búnquers, mirando el tiempo horario y meteorológico, opté por acercarme a Puigcerdà y Llívia, a una media hora más al este de Martinet y ya en la provincia de Girona. Comí en el mismo pueblo de Martinet, en un hostal de travesía. Me sentí retrotraer en el tiempo, como cuando la N-III cruzaba Caudete de las Fuentes. Bastantes carreteras atraviesan todavía poblaciones, con el riesgo que supone para sus habitantes pero también con la vida que el tránsito de vehículos les aporta, como por ejemplo que haya hostales y restaurantes que gracias a eso sigan en funcionamiento, y además te sirvan en el menú primer plato, segundo plato, tercer plato y postre. Y pan y bebida. Y café porque no tomo.

 Puente en Martinet. Diría que esto ya lo he visto en algún sitio.

Después de maravillarme con el original puente inaugurado el año pasado en Martinet y que no lleva a ningún sitio, me dirigí a Puigcerdà, de unos 9.000 habitantes, justo en medio del Pirineo catalán. Un lugar 'bien', históricamente y también en la actualidad. Emplazada en la Baja Cerdaña, ya a finales del S.XIX la burguesía barcelonesa (la Ciudad Condal está a 170 km) la escogió como lugar de segunda residencia. Además, hay una docena de estaciones de esquí en un radio de 50 km,como La Molina, Masella y las francesas Font Romeu y Pyrénée 2000. Además, este valle es el que disfruta de más horas de sol de todos los de la zona. En otras palabras, los chalecitos que se ven en Puigcerdà están bastante bien.

Además, cuenta con el atractivo del lago, del estany, en el Parque Schierbeck. Por partes: el lago, artificial, está rodeado por suntuosas casas, villas de veraneo construidas en el primer tercio del siglo XX. Son edificios residenciales aislados, rodeados de jardín y de estética 'noucentista'. En cuanto al nombre del Parque, se puso en honor del diplomático danés German Schierbeck, cónsul general de su país en Barcelona. En 1866 visitó la Cerdanya y se enamoró de Puigcerdà. O eso explica un rótulo en el parque.



 Vuelta al Estany de Puigcerdà.

En cuanto a Llívia, es como el Rincón de Ademuz, pero en otro país. Es un enclave con presente pero con mucho más pasado de menos de 2.000 habitantes que pertenece a Girona pero rodeado de territorio francés y se comunica con España a través de una carretera de libre circulación. Y todo esto merced al Tratado de los Pirineos, firmado en 1659. Llívia tenía -y tiene- el título de "villa", concedido por Carlos V un siglo antes. España cedió a Francia los 33 pueblos de las comarcas catalanas del Vallespir, el Capcir, el Conflent, el Rosellón y la Alta Cerdaña que hoy forman, junto con la Fenolleda, el departamento francés de los Pirineos Orientales. Sin embargo, Llívia quedó fuera de este tratado por tratarse de una villa y no un pueblo. Es la capital natural de la comarca de la Cerdanya, junto al curso del río Segre, y se la considera la cuna de Catalunya. Además, alberga la farmacia más antigua de Europa. La farmacia Esteve data de 1594 y en 1926 cerró sus puertas, pero la Diputació de Girona la adquirió en 1965 y la convirtió en museo.

Llívia se puede recorrer en una tarde siguiendo un itinerario turístico que sirve de repaso a las diferentes culturas que la han habitado: romanos, visigodos, musulmanes y cristianos. Mi paseo fue corto, ya de noche pero con una agradable temperatura, no la suficiente como para que me alguien me hubiera invitado a una terraza de un chalecito como la que vi, de varios cientos de metros cuadrados, con un par de tumbonas y un jacuzzi. En otra estación, quizás.
Esto es lo único que me dio tiempo a fotografiar, la noche me cayó encima.

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