lunes, 15 de julio de 2013

La Pobla de Vallbona



La etapa más larga. Empezó por la mañana y terminó casi de noche. Tardamos más de una semana en completar el recorrido. La cadena de la bici de Víctor volvió a ser protagonista, pero esta vez cuando apenas habíamos rodado 10 kilómetros. Emprendimos el habitual recorrido hasta Riba-roja, trepamos por la durísima rampa que lleva desde el río a las primeras calles del pueblo y atravesamos el Beverly Hills riba-rojero, un lugar por el que no pasearía solo y desarmado, hasta llegar a la rotonda que da acceso a la subida a las antenas, 300 metros bastante exigentes.

Y vaya si lo fueron. A mitad de ascensión, mientras subía con desarrollo 1x1 y avanzando en horizontal, Víctor profirió un grito aterrador a mi espalda, motivo más que suficiente para detenerme. La cadena se había vuelto a tronchar, esta vez en pleno esfuerzo, en plena tensión. Tras maldecir a la cadena, al cambio, a la bici y a Emery, comprendimos que, después de todo, habíamos tenido suerte. Riba-roja estaba a nuestros pies, y todo era cuestión de buscar un taller. Terminamos caminando la ascensión, nos juramos que volveríamos y emprendimos el descenso, que afortunadamente concluía justo tras pasar la zona cero calé, por lo que Víctor pudo haberlo a bordo de la BTwin como si nada hubiera pasado.

En Bicicletas Folgado nos pidieron una hora para llevar a cabo la reparación, así que lo vimos claro: no nos quedaba otra que irnos a almorzar al Bar '¿Quieresquesoenelbocata?' Conchín. No por haber realizado un esfuerzo menor el almuerzo había de ser menor, pues la tensión acumulada también nos había desgastado. Tras el ágape, en el taller nos explicaron lo ocurrido: a la cadena le faltaban varios eslabones e iba tensa a más no poder, por lo que les habían añadido unos cuantos. El cambio también funcionaba sin problemas, pero en el caballete; puestos en camino volvió Mr. Tambourine Man, volvió el soniquete de pandereta y las dificultades para modificar el desarrollo. Eso sí, la cadena funcionó perfectamente. Dada la hora, no nos quedaba más tiempo que hacer una vuelta de reconocimiento por los campos de Benaguasil antes regresar a La Canyada y buscar nueva fecha para la etapa.

A la segunda se nos dio mejor el apartado técnico. Víctor pudo completar la ascensión a las antenas del tirón, no así yo, que hice una breve pausa. En la cima, coincidimos en la sensación de que "nos ardía el pecho" después de la asfixiante subida. Regresamos al río para dirigirnos a Benaguasil y de allí a la Pobla de Vallbona por un nuevo pero amorfo carril bici que el viento ayudaba a hacer más incómodo. Bombas, donuts y cola-caos hicieron las veces de los bocatas del almuerzo. Tras el breve pero suficiente avituallamiento, volvimos a Benaguasil, esta vez en un agradable trayecto por el Camí del Real entre huertas y naranjos con la intención de acercarnos a 'ver' cómo era la subida al Santuari de la Verge de Montiel, de poco más de un kilómetro. Ya allí, empezamos, empezamos y a un ritmo pausado y casi de la mano la completamos. Ya no daba el sol en esa cara de la montaña y disfrutamos de la ascensión, la estancia arriba con las vistas de parte del Camp de Túria y la bajada con sus cuatro curvas de herradura.


Nos quedaba una larga bajada nuevamente hasta el Túria por caminos a ratos asfaltados, a ratos pedregosos. La tarde se agotaba y conforme nos acercábamos al agua íbamos degustando el aperitivo de la cena en forma de nubes de mosquitos que no siempre lográbamos esquivar a nuestro paso. Además, empezábamos a notarnos cargados y nos quedaban más de 10 kilómetros y la subida a La Canyada. Esta vez, el esfuerzo acabó pasando factura: regresó Languivic con su cojera y sus rodillas tocadas, que sólo las manos del fisio podían poner a punto para la siguiente salida.

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