La segunda etapa no tuvo ciertamente demasiada historia. Una
ruta corta, poco exigente y nuevamente por les Rodanes, en esta ocasión para
conocer el camino entre la
Rodana Gran y la del Pic, por la Bassa Barreta , y visita a
Loriguilla. No vino mal, pese a que presenté la etapa con cuatro subidas que no
se hicieron duras salvo la última, pues afrontamos la jornada, sobre todo
Víctor, con poco descanso y faltos de sueño. Pero con la cadena arreglada…
La primera dificultad, la senda hacia la Bassa Barreta , la
tomamos con calma y no tardamos en llegar al área recreativa con buen ánimo:
sabíamos que después de un breve descenso y una dura subida, territorio ya
conocido, nos esperaba la larga bajada hacia Porxinos con sus saltarines
badenes. La ruta nos trasladó por el inexplicable "vial ambiental"
que de Riba-roja lleva a ninguna parte y, tras otra breve ascensión, llegamos
sin demora a Loriguilla a través de campos cultivados y otros olvidados por
caminos en descenso poco transitados, hasta alcanzar un conjunto residencial a
medio hacer donde nos compraremos la casa de dos plantas para vivir las dos
familias, una arriba y otra abajo a falta del sorteo.
En el centro del minúsculo y encalado pueblo disfrutamos del
almuerzo-robo. 3 euros cada uno en el Bar La Pinada-Robe usted
aquí, pero a cambio una fuente cercana surtía agua no potable. Para evitar
sorpresas, no pedimos agua en el bar y emprendimos el regreso con otra
ascensión por un camino intrincado y pedregoso. Con el síndrome pos-almuerzo,
la cuesta se hizo pesada y agotó las fuerzas para el resto de la etapa, pues la
bajada hasta el pie del Carasoles se agradeció pero no fue suficiente para
reactivarnos.
Rodeamos la montaña por su cara oeste, esquivando las
muestras fisiológicas de ganado ovino. Víctor poco más podía ofrecer ya. Una
vez superada la rampa, dejamos caer la bici mientras la vista se nos iba al
espectacular agujero a cielo abierto de la cantera aledaña. Agradecimos que el
descenso continuara hasta la carretera de Manises a Riba-roja. Sólo nos quedaba
superar el puente del metro fantasma, bajar al río y encarar la subida a La Canyada , siempre incómoda,
siempre inoportuna, pero siempre superada.
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