lunes, 15 de julio de 2013

Loriguilla



La segunda etapa no tuvo ciertamente demasiada historia. Una ruta corta, poco exigente y nuevamente por les Rodanes, en esta ocasión para conocer el camino entre la Rodana Gran y la del Pic, por la Bassa Barreta, y visita a Loriguilla. No vino mal, pese a que presenté la etapa con cuatro subidas que no se hicieron duras salvo la última, pues afrontamos la jornada, sobre todo Víctor, con poco descanso y faltos de sueño. Pero con la cadena arreglada…

La primera dificultad, la senda hacia la Bassa Barreta, la tomamos con calma y no tardamos en llegar al área recreativa con buen ánimo: sabíamos que después de un breve descenso y una dura subida, territorio ya conocido, nos esperaba la larga bajada hacia Porxinos con sus saltarines badenes. La ruta nos trasladó por el inexplicable "vial ambiental" que de Riba-roja lleva a ninguna parte y, tras otra breve ascensión, llegamos sin demora a Loriguilla a través de campos cultivados y otros olvidados por caminos en descenso poco transitados, hasta alcanzar un conjunto residencial a medio hacer donde nos compraremos la casa de dos plantas para vivir las dos familias, una arriba y otra abajo a falta del sorteo.

En el centro del minúsculo y encalado pueblo disfrutamos del almuerzo-robo. 3 euros cada uno en el Bar La Pinada-Robe usted aquí, pero a cambio una fuente cercana surtía agua no potable. Para evitar sorpresas, no pedimos agua en el bar y emprendimos el regreso con otra ascensión por un camino intrincado y pedregoso. Con el síndrome pos-almuerzo, la cuesta se hizo pesada y agotó las fuerzas para el resto de la etapa, pues la bajada hasta el pie del Carasoles se agradeció pero no fue suficiente para reactivarnos.


Rodeamos la montaña por su cara oeste, esquivando las muestras fisiológicas de ganado ovino. Víctor poco más podía ofrecer ya. Una vez superada la rampa, dejamos caer la bici mientras la vista se nos iba al espectacular agujero a cielo abierto de la cantera aledaña. Agradecimos que el descenso continuara hasta la carretera de Manises a Riba-roja. Sólo nos quedaba superar el puente del metro fantasma, bajar al río y encarar la subida a La Canyada, siempre incómoda, siempre inoportuna, pero siempre superada.

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