25 de septiembre. El Garbí. El último reto de la temporada,
el mejor colofón. Habíamos estado cerca el día de l'Oronet y teníamos que subir
a una montaña tan simbólica. Y en especial Javi: "esta bicicleta ha subido
al Garbí", le dijo Gloria cuando comenzó a ser usufructuario de la Muddyfox Streetfinder ,
y la bici de diez marchas le acompañó hasta la cumbre.
Control de firmas a las 07:00. Comenzamos a rodar bajo un
cielo todavía oscuro, ya que el faro de Víctor no nos sacaba de la penumbra,
con más frío que calor, un viento molesto y la triste compañía de las columnas
de humo de los incendios declarados en los días previos. Habíamos olvidado ya
la incomodidad de pedalear con chaqueta, que aísla del frío pero conserva el
sudor y deja una sensación húmeda en el cuerpo, sensación que no nos abandonó
hasta haber salido de Bétera, donde las prendas fueron a parar al coche de
equipo, o lo que es lo mismo, la mochila de Víctor. Al contenedor fue una de
mis lentillas que, mal puesta desde casa, salió casi volando en marcha y fue
imposible recolocar. No obstante, la experiencia 'tuerta' resultó menos
fastidiosa de lo esperado.
Y empezamos a subir. Por los cuarteles, casi agrupados y
Javi con plato grande. En el desvío de Porta Coeli, Javi sorprendió y aprovechó
nuestro momento barrita para recorrer en cabeza la carretera de Las Canteras,
que no nos pareció tan exigente como la primera vez. El trayecto desde Serra
hasta l'Oronet fue otra historia. Javi se adelantó de nuevo, pero Víctor no
tardó en sobrepasarlo. Mi ascensión, descolgado y en solitario, necesitó un
momento de pausa en el desvío hacia el Garbí, pese a tener a Javi más próximo,
pero había llegado a un pacto con mi cuerpo para no acabar acalambrado.
La ascensión al Garbí en sí no tiene una excesiva dureza a
excepción de los últimos 500
metros . La complicación se la buscaron Víctor y Javi,
pues tras recorrer tres kilómetros se creyeron extraviados y retrocedieron
hasta encontrarnos en el kilómetro 2. De nada habían servido ni la experiencia
previa en Chiva ni la categórica explicación "está todo indicado dirección
Garbí y no hay que desviarse hasta que acabe la carretera". Reagrupados,
pues, era mi ocasión para en la última rampa adelantarme y coronar l'Alt del
Garbí en primera posición y con el puño en alto. El siguiente y último
kilómetro, recto y en bajada, permitió establecer un nuevo registro de
velocidad: 63 km/h .
Brutal.
Nos acercarnos al mirador por los caminos de tierra, pese a
las quejas, primero entre dientes y al final a voz en grito, de Víctor y Javi:
"¡Tengo hambre!" "¡Quiero almorzar!" "¡Vámonos
ya!". Aun así, subimos hasta el refugio para contemplar cómo el sol se
alejaba poco a poco de su escondite marino en el horizonte y el frondoso manto
verde de las últimas estribaciones de la Serra Calderona a
nuestros pies. Mientras Víctor intentaba en vano saciar su 'necesidad' de
acercarse a la última piedra del último precipicio, el casco 'de' Javi, ayudado
por el viento, estuvo a punto de emular al palo de Sogo en Torla. Resignado y
regresado Víctor, hicimos entrega a Javi del regalo por su cumpleaños: dos
platos (de plástico) para la bici y el maillot rojo de la peña. Qué más podía
pedir.
Llegados de nuevo a la carretera, para bajar del Garbí
primero había que subir, y ahí fue donde Víctor sintió un pinchazo en la ingle
que le lastró el resto de la etapa. Conseguí que visitáramos la Font de Barraix mientras
arreciaban las reclamaciones sobre el momento almuerzo, que no se demoró más
que el tiempo necesario para bajar hasta Serra. Bocadillos grandes, nueva
visita de avispas, sombrilla por los aires y rumbo a La Canyada. Pero la
ingle de Víctor había dicho basta, y el descenso de Náquera a Bétera se hizo a
un ritmo de 20 km/h ,
lejos de los casi 30 de la vez anterior. Y gracias a que no era un día de mucho
calor, pero los kilómetros y el desnivel pesaban. A 500 metros de la meta,
dos calambres me hicieron bajar de la bici durante unos momentos. Sin duda,
Javi fue el que llegó en mejores condiciones, y así lo celebró con el puño en
alto. Todos lo hicimos, pero en especial él había completado la misión: subir
con 'esta bici' al Garbí.