Las palabras de Víctor nos llevaron a quedar el lunes
siguiente a las 07:30. Quizá por ello nos costó desperezarnos y durante los
primeros kilómetros rodamos un poco zombis, y hasta alguno se permitió
atragantarse con una magdalena con perlitas de chocolate y una barrita sobre la
marcha, lo que inmediatamente llevó a Javi a acusarme de dopaje matutino.
Abandonamos Bétera y nos dirigimos hacia el este por el Camí
de Llíria, con más tráfico del deseado, entre campos de naranjos, naves
abandonadas, polígonos selváticos y PAI's a medio empezar. El sol comenzaba a
asomarse entre las abundantes nubes, pero el día no se presentaba demasiado
caluroso. Nos desviamos del Camí y empezó lo bueno. Los últimos diez kilómetros
hasta el almuerzo iban a ser una alternancia de subidas con algunas bajadas por
diferentes entornos y sobre distintas superficies: algo parecido a caminos
asfaltados, metros de hormigón, rampones 'gratuitos' para ir ganando altura,
algún agradable tramo de monte, urbanizaciones con cantidades ingentes de
basura a modo de bienvenida...
Nos adentramos en la Calderona y, una vez más, yo no me sentía fino,
todo lo contrario que Víctor y Javi, pese a su no tercer plato. Una nueva rampa
de irse para atrás dio paso a los kilómetros más bonitos por un camino forestal
entre preciosos y frondosos pinares, en el que era difícil mantener un pedaleo
continuo pero que aun así recompensaba con creces. Además, conforme avanzábamos
la senda se iba haciendo más ancha y más practicable. Esta vez Víctor tenía
coartada por desconocer el camino, porque no era fácil guiarse por aquel
laberinto boscoso, cosa que me vino bien para darle alcance, mientras que Javi
mantenía la referencia visual y en ocasiones auditiva.
Una vez comenzó el imparable descenso hasta Sancti Spiritu,
todo fue fugaz pero igualmente bello. Atravesamos el bosque serpenteando por la
amplia pista. La tapia del monasterio nos avisó de la inminente llegada del
asfalto, el secular convento, el precioso paseo arbolado y el área recreativa,
por donde Víctor y yo pasamos a la par en un apretadísimo sprint. Sin
necesidad de dar una sola pedalada más recorrimos los cientos de metros que nos
separaban del bar. Eran apenas las 10:00. "Ésta es la hora a la que se
almuerza, no las 11:30", sentenció Víctor.
Aquel día, 16 de julio, era una fecha señalada. Comenzaba
oficialmente la temporada 2012/13 en la ligabastarda2 del comunio; a partir de
esa fecha se podía empezar a confeccionar las plantillas. Lógicamente, la
conversación en el almuerzo versó sobre esta cuestión y todo lo relacionado con
el juego e incluso dio para incorporar un nuevo miembro, Pablo 'Giorgio
Armani', reclutado a través de 'whatsap'. Comenzaban las críticas, los piques,
las rajadas, los palos en el foro, durante un año más, en el que ocho señores
bastardos intentarían desbancar al doble campeón, Juanje Monreal.
Tras el almuerzo y el acalorado debate, el regreso por el
Camí de la Calderona
se iniciaba con una ascensión no muy larga que costó completar. En cambio, el
descenso por el Camí d'Aigua Amarga se agradeció por el buen firme, el trazado
con modestas curvas y el paisaje boscoso con el puerto de Valencia en el
horizonte. Nos esperaba más descenso, más por asfalto que por tierra, combinado
con alguna trabajosa rampa en la que Víctor volvió a exhibirse: "La he
subido con los cojones", aseveró. Esta vez no se los había dejado, subió
con ellos.
Llegamos a la carretera de Massamagrell a Náquera. La
excursión por la Calderona
había sido muy divertida, pero aún quedaba más descenso. Nos plantamos ante un
cruce: a izquierda y derecha, asfalto; al frente, un camino pedregoso. El
aluvión de críticas que recibí porque los señoritos querían asfalto fue
tremendo. Hicimos una breve parada junto al barranco de Náquera, en la que Javi
reconoció que "estos descensos con piedras también molan, son más técnicos
y hay que ir controlando la bici".
Reanudamos la marcha, me adelanté unos metros... y me cagué
en la puta. Una avispa se me enganchó en el camal del pantalón-culote y me picó
en la parte posterior del muslo. Tiré la bici, cogí el bidón, solté un chorro
de agua en el suelo y me apliqué el barro en la zona afectada mientras mis
compañeros intentaban deducir lo ocurrido. ¡Cuántos años sin sentir ese dolor
agudo que se clava hasta los tuétanos! Le faltó tiempo a Víctor para rebautizarme
con el ingenioso sobrenombre de "Yellow Hornett". Javi también estaba ese día 'sembrao', pues al rato cruzamos otro barranco por un camino asfaltado
y... "¡No podemos cruzar, que llevamos agua en los bidones y en ese cartel
pone 'Badén inundable. Con agua no pasar'!". 'Made in' Javi.
En el tradicional regreso hacia Mas Camarena me fugué en
solitario con un desarrollo de 2x6. Víctor ya se había exhibido en las rampas
'cojonudas' y Javi bastante tenía con cebarse en mi 'momento picotazo'.
Evidentemente, según él mi escapada fue debida a que "el picotazo te dio
alas". Y me las volvió a dar para la subida a La Canyada. Por si
acaso, descarté el amarillo para el resto del verano, no fuera que "Yellow
Hornett" tuviera secuelas.
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