"En el Tourmalet (...) un señor con sus 60 años a
cuestas coronaba (...) con un tercer plato, pero debía de ser lugareño, porque
llegó, se dio la vuelta, metió plato grande y se fue para abajo. Como cuando
los valencianos llegamos al Oronet como si tal cosa". Habia entrado a las
rafabatallitas para buscar algún comentario sobre sus innumerables subidas a
l'Oronet y resulta que los valencianos lo subían como si tal cosa. Pues bien,
nosotros no podíamos ser menos; la ascensión al puerto de montaña más cercano a
la capital no podía demorarse más. A las 07:15, con la bici de Víctor puesta a
punto, la rueda trasera otra vez en vertical tras 'lo' del Picayo, mi pinchazo
arreglado y con todas las ganas del mundo, nos pusimos en camino.
En honor a la verdad, la previsión incluía la posibilidad de
subir sólo hasta Serra, en función de cómo anduviéramos de fuerzas. Íbamos a
hacer el recorrido 'bueno', por los cuarteles, la carretera a Porta Coeli y la
tranquila y bonita carretera de Las Canteras. Si todo marchaba bien, en un par
de horas debíamos coronar el puerto, y quién sabía si nos encontraríamos allá
arriba con Rafa, ya que me había anunciado su intención de salir a pedalear por
la zona esa misma mañana y los tocapelotistas queríamos rodar con el maestro.
Tras Bétera, avanzamos por carril bici hasta las
inmediaciones de los cuarteles, donde un grupo de reclutas que hacía footing
por nuestro 'territorio' nos abrió amablemente paso tras escuchar la campanilla
de Víctor y recordarnos que el bar estaba "en la otra dirección". En
la suave subida hasta el cruce de Porta Coeli marchamos prácticamente agrupados
-Javi sólo cedió unas pocas decenas de metros-. Superado el incómodo tramo por
su irregular firme entre el desvío al hospital y el cruce a Porta Coeli, comenzaba
lo bueno.
Las Canteras ya fue otra historia, sus continuas subidas y
bajadas dejaron a Javi algo más descolgado. Carretera sinuosa, de montaña, con
algunos parches en el pavimento y con continuos toboganes que van desgastando,
sobre todo si no se conoce. Y silenciosa. Miré hacia atrás. "Prepárate que
nos van a encular", le dije a Víctor. Un grupo de seis o siete bicis de
carretera nos sobrepasó en un visto y no visto en la rampa más dura. Con el
cascabeleo de la Btwin
y nuestra respiración en plan Sogo en Torla apenas les habíamos oído llegar.
Culminamos la ascensión y nos dejamos caer apurando en las curvas hasta el
cruce con la carretera de Náquera a Serra. En seguida llegó Javi. "¿Los
habéis visto? ¡Cómo molan esas bicis, apenas hacen ruido!", comentó. Todo
llegará; de momento las ‘mountain’ nos hacen más papel.
Entramos en Serra por su empinadísima travesía. Tras el
puente, casi a la salida del pueblo, pasamos revista. Ya que estábamos allí,
todos a l'Oronet. Teníamos nuestro primer puerto a sólo tres kilómetros.
"Yo me adelanto que con mi no tercer plato me pillaréis pronto",
afirmó Javi. No fue tan fácil. Víctor y yo avanzamos tras él, pero había cogido
unos metros que costó bastante recuperar. Cedí pronto al ritmo de caza impuesto
por el xoto, quien poco a poco alcanzó a Javi y lo rebasó. Desde la
retaguardia, observaba a mis dos compañeros, progresando por la ancha
carretera, solitaria a esas horas del día salvo por la presencia de ciclistas.
Los tenía a tiro, pero Víctor se alejaba y Javi no se acercaba.
Tardé casi dos kilometros en dar alcance a éste.
"Pensaba que me ibas a pillar antes", me dijo. No le respondí, no
podía hablar. Hablar o pedalear, las dos cosas no podían ser. Víctor no se
había alejado más; había hecho la de siempre, empezar fuerte y mantener. Aunque
a él se lo pareciera, mi ritmo no era de superpersecución, así que me lo
encontré parado en el desvío hacia el Garbí. También la de siempre: "No
sabía si había que seguir recto o girar, la subida ya se ha acabado".
Faltaban 300 metros
para, como indiqué en el libro de ruta, encontrar el cartel de la cima del
puerto, pero Víctor no quería la gloria para él solo.
Llegamos los tres a la vez: Víctor, descansado; el coloso
Javi, henchido de moral; yo, sin aire. L'Oronet 500 metros . Nuestro techo,
nuestro punto más elevado sobre el nivel del mar hasta el momento. Javi aportó
su ocurrencia para establecer una nueva plusmarca: "Si nos subimos al
montículo de detrás del cartel estaremos a 501, nuevo récord". Preferí
escribir a Rafa, a ver por dónde rodaba. Ahora tocaba completar la máxima de
Víctor: “Sufrir en las subidas para disfrutar las bajadas”, así que hicimos las
fotos y regresamos a Serra. Me volví a quedar solo mientras mis compañeros se
lanzaban a saborear el descenso aprovechando el óptimo pavimento. Puestos a
saborear, hicimos lo propio con el almuerzo del Bar Descanso.
¿Y Rafa? En casa. Ni se había vestido todavía. Nos citó en
Bétera. Variamos el recorrido previsto para acortar el regreso por la carretera
principal y disfrutamos con un descenso a toda máquina por el arcén coloreado.
Tuvimos que ir a buscarlo por el Camí de Llíria. Por allí venía Eleuterio, el caníbal
de Ontinyent, el loco de los Pirineos, 'il diavolo' del Cedro, con su ‘nena’,
con su ‘flaca’, a toda mecha, su maillot de la peña Cul Arrere y unas piernas
con más kilómetros de los que harán los miembros de la peña tras varias
reencarnaciones. Nos acompañó hasta la rotonda de acceso a La Canyada antes de hacerse 80 kilómetros con el
fresquito del mediodía como preludio de la carrera popular que tenía por la
noche. Es nuestro ídolo.
Subiendo de Bétera a Mas Camarena, Javi volvió a quedarse
atrás. "Vamos a esperarle; en los llanos se va en grupo y en los puertos
sálvese quién pueda", recomendó Rafa. "Esto para nosotros es un
puerto", le respondí. Atravesamos la urbanización sin cruzarnos con
deportistas haciendo footing que reclamaran nuestra atención. Ya en la subida a
La Canyada ,
Javi mereció el primer puesto. La etapa nos había abierto el apetito montañero.
Queríamos volver... y subir el Garbí. De momento, Javi se iba el fin de semana
de congreso salsero y el chiquillo unos días a Biarritz. Si tuviera que elegir,
no me van los congresos.
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