domingo, 20 de noviembre de 2011

Inevitable

Noche cerrada. Carretera de montaña entre Sort y la Seu d'Urgell. Curva a la derecha, reduzco a tercera, cambio de luz larga a corta, pasa un coche en sentido contrario. Superado el giro, una recta con ligera pendiente descendente, meto de nuevo cuarta y cojo velocidad, paso de 60... y aparece. Un cérvido de un tamaño mediano en medio de la carretera, sólo puedo ver una masa marronácea y cuernos, levanto el pie del acelerador pero ni puedo pisar el freno ni girar el volante. Impacta contra la parte delantera izquierda del coche, que apenas se estremece. El animal desaparece en la oscuridad, malherido, destrozado, arrollado fatalmente por su irresistible atracción a la luz. Yo me quedo con el susto, importante, inmenso, no puedo parar, no sirve de nada, lo he reventado. "Ha aparecido ahí, de la nada", pienso, sabedor de que ha sido inevitable. Y mejor así, no quiero pensar en si lo veo un poco antes y se me ocurre pegar un volantazo. Yo tuve suerte. Él no. Pobre animal. Sigo adelante y las señales me lo recuerdan: Peligro, paso de animales en libertad. Yo no lo vi pasar, estaba plantado delante de mí. Y en desigual choque salió perdiendo. Lo de menos son los daños en el paragolpes, la aleta izquierda y el faro antiniebla, que además ya los tenía tocados. Lo siento por él.

Ahora sí que tocará cambiar paragolpes y aleta. Entre las rajas se aprecian restos de pelos del desdichado animal.

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