domingo, 20 de noviembre de 2011

La paz del Llac dels Engolasters





Primera mañana dedicada a la bici. Un recorrido corto, de unos 11 kilómetros ida y vuelta, serpenteando por la cornisa de una montaña en un recorrido plano, jalonado de bosques, salpicado por algunos paseantes, corredores... Y el frío. Mucho frío para pedalear. Un trayecto sin apenas rincones soleados. Tardé casi tres kilómetros en dejar de sentir el frío, justo hasta que llegué al Llac del Engolasters, un lago de origen glacial en lo alto de una montaña. Paz. Un lugar tranquilo, no solitario, sino tranquilo, inspirador de paz. Nada que ver con la leyenda según la cual allí, en el lago, se encuentra sumergida una población próspera que no quiso dar cobijo a un hombre hambriento y aterido de frío, por lo que el pueblo fue arrasado por el agua. Tampoco con la leyenda de que las brujas de Andorra ascendían hasta el lago para celebrar aquellarres, completamente desnudas, espectáculo que era contemplado por hombres de los valles próximos, y que al enterarse aquellas convirtieron a todo el que subiera en gato negro. Paz.


La franja fina de niebla determina el recorrido al Llac dels Engolasters. La imagen es del día siguiente, mucho menos soleado.

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