lunes, 28 de noviembre de 2011

En bici por la Seu y sus tranquilos alrededores











No descubro nada cuando digo que estar en Andorra es un privilegio por lo peculiar de su enclave, por su orografía, por su naturaleza, por su compendio de roca, vegetación y agua, por sus montañas, sus valles y sus ríos. Ahora bien, cuando después de varios días cambias de entorno, por ejemplo, te das cuenta de que todo no es perfecto, de que le falta 'algo'. Andorra es un país de turismo, de gente, de bullicio, de compras, de movimiento, de carreteras serpenteantes, de conducir deprisa, donde todo sube o todo baja, no hay llanura; un país activo, en el que es cierto que todo eso puede quedar aparcado si te internas por cualquier sendero o cualquier valle.

Dos días seguidos he bajado a la Seu d'Urgell, a diez kilómetros de la frontera, a hacer bici. Y después del pertinente paso por el control de la Guardia Civil y la rutinaria explicación de lo que le ha pasado al coche, la carretera se convierte en un tobogán hasta la capital de la comarca de l'Alt Urgell. Y ahí tres cosas me llamaron la atención. Una, a las afueras, en una explanada, vi dos coches destartalados y desguazados. En Andorra todavía no he visto ninguno. Dos, se expande la vista. Pese a estar en pleno Alt Pirineu y tener montañas a escasos centenares de metros, la Seu está rodeada de verdes prados, arboledas y algunos campos de cultivo. Frente al brutal entorno montañoso de Andorra, la Seu ofrece una vía de escape, la posibilidad de, si se quiere, experimentar el contraste. Y tres, la tranquilidad. Lejos del ajetreo turístico, el mismo núcleo urbano de la Seu, un municipio de 13.000 habitantes, puede ofrecer en un día laborable la calma que cuesta encontrar en el Principado del comercio y el capital.

Tranquilidad para pedalear en torno al Segre. El gran río ilerdense -aunque desemboca en el Ebro a la altura de la localidad zaragozana de Mequinenza- ofrece la posibilidad de acompañarte en un precioso paseo a pie o en bici. El Parc Olímpic del Segre fue construido en la Seu para acoger la competición de piragüismo de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Actualmente en él se puede prácticar kayak, ráfting, hidrotrineo o piragüismo. Además, el Centro BTT La Seu–Alt Urgell ofrece 745 km señalizados de diferentes circuitos para disfrutar del patrimonio cultural y natural de la zona. El más sencillo es el que une La Seu con Alàs, un trayecto de nueve kilómetros por un amplio paseo bordeado de árboles, y el río. Se le puede añadir una visita a la localidad de Arfa, a cinco kilómetros, a través de la asfaltada vía verde Ribera de Segre. Una auténtica delicia con ligeras pendientes entre prados, donde pastan las vacas azarosamente, y montañas. Y el río.

En total, hice 22,5 kilómetros el primer día y 16,5 el segundo, que se podían haber quedado en nada de no ser por la amable gente de la tienda de material ciclista y de esquí 'X-Pirience' del carrer de Joaquim Viola Lafuerza. El sempiterno globero -yo- no tuvo problemas para montar la rueda delantera -he de desmontarla para meterla en el Fusion- pero se le atragantó el sillín. ¡No había manera de que se sujetara! Quizás porque quería poner la arandela en el tubo del sillín y no en el cuadro. El caso es que me obcequé y como se me hizo de noche pese a ser mediodía, me adentré en la Seu en busca de una tienda de bicis. En el citado establecimiento, expliqué la situación y me solucionaron en 30 segundos el 'problema'. 'Problema' que para explicarlo en catalán dije lo siguiente: "Tinc un problema amb aquesta peça de la cadireta". Se hizo un silencio, breve, y el chico se puso manos a la obra para solucionarlo. Cadireta. No quería decir "sillín" porque me parecía un 'barbarisme' y dije cadireta. No se me ocurrió "seient". Dije cadireta. No pareció pasar nada, pero ahí quedó eso. Cadireta.

Arreglada "la peça de la cadireta", pedaleé hacia Arfa y seguí camino hacia el Polígono Industrial de Montferrer, crucé la N-260 y llegué hasta el desvío del aeropuerto de Pirineos-Andorra, del que me quedé a tres kilómetros por cansancio y falta de tiempo, pero al que quiero volver. Rumbo al bullicio.

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