En pleno mes de julio, la organización de la etapa programó
el control de firmas a las 08:45 porque consideró que no era necesario madrugar
más para subir con una temperatura aceptable a la Rodana Gran desde el
valle de Porxinos, a unos 15
kilómetros de la salida. "Creo que es mejor hacer
uso de los megamadrugones sólo cuando sea estrictamente necesario", me
permití el lujazo de afirmar. Los demás condescendieron y los tres tardamos
poco en darnos cuenta de error.
Tras las diez primeras rutas y la extraordinaria visita a
Cullera, comenzaba la segunda fase de etapas, más largas y con mayor desnivel.
Y para empezar, algo que nos había quedado pendiente cuando en las dos primeras
salidas realizamos el camino contrario, de les Rodanes a Porxinos. "Algún
día tenemos que subir por los badenes", nos juramos. Y eso hicimos.
Prescindimos de la ruta del río y transitamos por caminos
del término de Riba-roja entre montes que increíblemente conservan algún
reducto boscoso que la construcción de chalés y canteras no ha logrado
exterminar. En una de ellas, un aspersor averiado nos ofreció un leve alivio al
sol que ya empezaba a apretar. Cuando descendimos a Porxinos el calor era ya
respetable. Atacamos la primera rampa, y sólo Víctor fue capaz de aguantar sin
pararse a la sombra de un pino para capturar oxígeno, pero a un ritmo tan
mínimo que al poco de reemprender la marcha le di alcance. No obstante, el xoto
llegó en solitario a la explanada porque los demás cada poco íbamos parando a
respirar.
En el último kilómetro, las diferencias se acentuaron.
Víctor, según contó, subió del tirón hasta los últimos centímetros y tan
relajado iba contemplando el bonito paisaje porque no tenía a ninguna 'J'
soplándole en la nuca que tuvo que poner pie a tierra para no salirse del camino
y rodar por la ladera, lo que provocó la hilaridad de un ciclista que bajaba de
las antenas. Las 'J' ya tenían bastante con turnarse en la marcha y los
descansos, que fueron unos cuantos. Al final, la ausencia de tercer plato dejó
a Javi sin recursos y cedió en la última recta. Habíamos completado una
ascensión suicida, que Víctor y yo ya creíamos conocer, pero aun con algunos
centenares de kilómetros de rodaje en las piernas difiere mucho de hacerla en
marzo a llevarla a cabo en julio. Por ello, Víctor amenazó con presentar una
protesta formal ante la organización, que finalmente no se produjo.
Lo que no habían cambiado eran las vistas. El descenso fue
rápido para honrar lo antes posible al paladar. Entre les Rodanes y Riba-roja
Víctor recibió una llamada, momento que algún ruin aprovechó para lanzar un
amago de ataque e instigar a Javi a que lo secundara. "¡Sí, sí! ¿Entonces,
35 perlas, 2 flores de abril y otras 72 perlas?", vociferaba Víctor, que
no se había molestado en detener su marcha. "¡Acordaos: 35, 2, 72!",
nos cantó conforme se acercaba a nosotros una vez concluida la conversación
telefónica. "¿Eso qué cojones es, el gordo de Navidad?", le respondí.
"No, un pedido de una clienta para un collar, que ha visto uno en Tous que
le ha gustado y quiere uno similar", aclaró. "Pues... la Peña podría comprar ese décimo
para el 22 de diciembre", sugerí. Y a todos nos pareció perfecto, como si
los números de la composición deseada por la señora fuesen una millonaria
revelación.
El Askuas nos recibió con un almuerzo marca de la casa y con
un par de botellas de coca-cola dentro de un cubo con hielo. Javi comprobó en
persona dos cosas: que los almuerzos del Askuas tienen su fama bien merecida y
que existen bicis como la 'suya' (la Muddyfox Streetfinder )
que sí tienen tercer plato. A la ruta le faltaba un rodeo por la huerta de
Benaguasil y las urbanizaciones de la
Pobla de Vallbona y l'Eliana porque si no se quedaba un tanto
corta, y así lo hicimos, con un sol castigador, sin ni siquiera una ligera
brisa y con el matador olor de la depuradora de la Pobla. Tras retornar
al río, hicimos una breve pausa para quitarnos algún grado de encima, pero no
esperamos a la Presa ,
presumiblemente ya ocupada por el clan Jiménez Heredia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario