Después de barajar muchas posibilidades, la visita a
Pedralba se integró en una etapa que partía de Llíria y permitía aprovechar las
tranquilas y agradables carreteras CV-380 y CV-381 entre el Camp de Túria, els
Serrans y la Foia
de Bunyol, ideales para rodar. Además, la ruta discurría por carriles bici
junto a autovías terminadas y sin terminar, visitaba el castillo de Benisanó,
el Mas de Teulada o la cantera de la
Pea. Un recorrido completo.
A ello había que añadir el calorcito que a 12 días del
equinoccio de otoño seguía acompañándonos. Lo combatimos en gran parte por el
madrugón, ya que a las 06:45 comenzó el operativo para la neutralización en la Expert hacia la antigua
Edeta. Es más, en el descenso por el discontinuo carril bici hasta Benisanó
volvimos a añorar brevemente las chaquetas, pero junto a la variante de
Benaguasil, transitada por algunos caminantes mañaneros, el sol comenzó a
desperezarse y garantizar su presencia un día más. Afrontamos el tramo de
carril bici construido al lado de la tierra apisonada de lo que en otro tiempo
alguien proyectó como una necesaria autovía entre Llíria y Chiva y se quedó en
eso, en un gran socavón que tienta a internarse en la plataforma de la autovía
y un carril bici solitario y tranquilo que desciende hasta el Túria.
Ascendimos a Vilamarxant por la transitada CV-50 y nos
encaminamos hacia el Mas de Teulada, siempre por asfalto. Marchábamos a un
ritmo calmado, dosificando fuerzas para los cuatro kilómetros de suave subida
que nos aguardaban en la carretera de Pedralba a Cheste. Tuvimos que echar mano
de ellas porque el firme empeoró y nos lo exigieron algunas rampas. Volvíamos a
rodar entre olivos y viñedos, en los cuales los vendimiadores ya se afanaban en
la recolección del sabroso fruto. Ya en la CV-381 , Javi quedó ligeramente descolgado. En un
breve tramo de descenso dejé atrás a Víctor, quien debió de abstraerse
disfrutando del paisaje, lo que me permitió realizar los escasos 1.500 metros de
ascensión algo más complicada sin el acoso del rey de la montaña, quien llegó
casi al tiempo que Javi hasta el desvío hacia Los Visos, que mis compañeros
debían reconocer por la presencia de un contenedor. En este camino nos
aguardaba una tremenda rampa que subimos como pudimos: yo puse plato pequeño,
Javi y su no tercer plato se irguió sobre la bici y Víctor, con sus perennes
problemas en el cambio, se tuvo que apear.
Ya sólo nos quedaba atravesar la urbanización y algunas
cortas cuestas para llegar a la
CV-380 , carretera que nos permitía volver a mirar a Pedralba.
Con la perspectiva del municipio al fondo a unos nueve kilómetros, nos lanzamos
al descenso cada uno a su manera: Javi desapareció pronto del horizonte en los
primeros metros de serpenteante trazado y Víctor siguió disfrutando del paisaje
por lo que, pese a mis limitaciones, lo sobrepasé pronto. No obstante,
realizamos el descenso a la par, con la compañía de un curioso coche de policía
local de Pedralba, que pasaba por un vehículo particular, granate, si no fuera
por un par de pegatinas acreditativas.
Javi nos esperaba en la carretera de Vilamarxant, impaciente
por el momento almuerzo, que en esta ocasión tuvo lugar frente al Ayuntamiento
y en el que degustó su décimo bocadillo de tortilla de patata en el décimo bar
distinto; perfectamente podría publicar una obra con la crítica gastronómica de
cada uno de ellos. Era día de mercado, por lo que estuvimos un poco apretados
en la encajonada plaza. Habíamos llevado una buena velocidad, eran poco más de
las 10:00 y además gran parte de la etapa ya estaba realizada.
Como no había sitio material para la foto, nos alejamos del
bullicio por la parte alta del núcleo urbano. Antes de abandonarlo, realizamos
la parada técnica y documental en un solitario parque infantil. Huimos del
recinto con la esperanza de que nuestras zanganadas no hubieran sido
presenciadas y continuamos en ascenso por algunas duras rampas y bajadas a un
ritmo vertiginoso. Rodeamos las montañas de la margen izquierda del Túria a
través de caminos de perfil irregular con asfalto defectuoso entre vides, algarrobos
y naranjos hasta que un rápido descenso nos condujo a la cantera de la Pea , operativa y de libre
acceso, junto al río pero en un entorno yermo y saqueado. Allí, el camino se
difuminaba entre los montones de grava y hubo que sortear la maquinaria para
continuar sin despistarse.
Salimos a la
CV-364 para superar un kilómetro y medio de duro repecho
antes de desviarnos hacia la
Canyada d'Amorós y de ahí a la Buitrera en un divertido
y raudo descenso a través de camino de tierra y la propia urbanización. Nos
acercábamos al final, cansados por el ritmo, el notable calor y los kilómetros
acumulados, pero aún había programada otra ascensión, la subida a Llíria a
espaldas del monasterio de Sant Miquel, conocida y de poco más de un kilómetro,
pero que se hizo muy fatigosa. Atravesar la población cuesta abajo resultó, en
cambio, de lo más cómodo. Eran poco más de las 12:00, habíamos completado una
media de casi 20 km/h ,
muy buena para lo acostumbrado. Habíamos alcanzado nuestro estado de forma
óptimo. Y así lo iba a atestiguar el Garbí, el próximo destino.
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