Subir a Porta Coeli y no hacerlo por la carretera de los
cuarteles y el hospital es complicarse la vida y cuesta entender que nuestra
visita a la Cartuja
transcurriera por otros derroteros. El objetivo, como siempre, era eludir el
presunto tráfico y buscar caminos más tranquilos. Y los encontramos, pero
algunos de ellos impracticables.
Tras una semana de parada por mis vacaciones cántabras, la
llegada del verano había traído consigo una de tantas olas de calor. Por ello,
programamos una etapa vespertina y cargamos en la mochila de Víctor (plural
mayestático) una botella de agua y otro bidón. Javi se reincorporó con nuevo
uniforme: un culote-bermuda y un maillot. En vez de adoptar el color de sus
compañeros, escogió uno gris, y además se jactó de ello: "Yo paso de ir de
rojo como vosotros, que parecéis Zipi y Zape". Pusimos rumbo a Bétera por
el camino utilizado para ir a Olocau con desvío en la Conarda , mucho más
agradable y tranquilo que el trayecto por Mas Camarena.
Entramos en la urbanización La Masia , junto a la carretera
Bétera-Olocau. Rodar con Javi tiene, entre otros muchos, el atractivo de que adonde
vayamos conoce el lugar porque él ha peritado allí y nos cuenta lo que recuerda
de aquella experiencia. La ruta nos llevó por firmes de tierra y luego de
asfalto. "Cada vez me gustan más estos caminos", dejó caer Víctor, en
alusión a los segundos. El guía tomó nota: los terrenos pedregosos están muy
bien, sobre todo para descensos técnicos, pero no está de más combinarlos con
carreteras asfaltadas en las que se pueda rodar más cómodo y adquirir cierta
velocidad, y así se programó para etapas venideras.
Volvimos a caminos antipáticos, cada vez más empinados.
Cruzamos la urbanización Sirer; acusábamos ya el esfuerzo y el intenso calor, y
quedaba lo más duro. Saldríamos a la carretera de las Canteras a 2 kilómetros del cruce
hacia Porta Coeli, pero hubo que hacerlo a pie porque llevábamos bicis y no
cabras. Comprobamos que un camino entre el bosque, intransitable a bordo de
cualquier vehículo, era también sin embargo un buen lugar para utilizarlo como
vertedero, debió de creer algún homo no sapiens.
En las Canteras disfrutamos de un reconfortante descenso
hasta el desvío para subir a la Cartuja. Víctor y yo nos lanzamos mano a mano
hacia arriba. A mitad de camino el rey de la montaña se escapó, pero haciendo
un sobreesfuerzo logré reengancharme y adelantarle. Inmediatamente lo pagué,
pues el xoto, impasible, me volvió a dejar atrás. Al fondo se veían los
cipreses, volví a exprimirme y le alcancé para a continuación esprintar.
"¿Ya hemos llegado? Pensaba que quedaba mucho más. ¡Es que voy a
ciegas!". No tenía derecho a quejarse: le había remitido días antes un
correo en el que le explicaba la ascensión y la llegada: "Son 2,4 km . El final, la tapia y
la puerta del monasterio, está después de un sombrío tramo bordeado por paredes
de la propia montaña y cipreses". De todos modos, a partir de esta
reclamación ideé la creación del grupo de facebook para nuestras rutas. El
nombre estaba más que claro: Peña Ciclotocapelotista. La presidencia, también:
Gloria.
En esas estábamos cuando llegó Javi, como un señor, erguido
sobre la bicicleta, sin muestra alguna de fatiga pese a su no tercer plato.
Entramos en el recinto del monasterio. Silencio absoluto desde una atalaya incomparable,
el lugar ideal para encontrar un lector ensimismado o una abuela con su nieto
dormido. No vimos, en cambio, a ningún "monje con la capucha puesta sin
vérsele la cara, que no dice ni hola y da un miedo que te cagas", según
comentó Rafa posteriormente, quien además elogió la proeza con un "salud y
kilómetros, ya eres de los míos, jajaja".
La merienda tenía que esperar hasta Bétera, no más de lo
necesario puesto que descartamos la ascensión al vértice geodésico de la Guarda. La bajada hasta
el cruce fue muy rápida y divertida, hasta que tras una curva con gravilla
aflojamos porque nos vimos con dificultades para controlar las máquinas.
Continuamos en suave descenso por la carretera de los cuarteles pero pasado el
hospital tomamos un desvío para coger un camino de tierra, ante las protestas
de mis compañeros, que preferían continuar por firme pavimentado. No obstante,
el trayecto también fue bonito entre campos y urbanizaciones, interrumpido por
la hojita del GPS, que salió despedida en dos ocasiones desde su ubicación en
el manillar -es lo que pasa por reutilizar la cinta de carrocero-, la segunda
de ellas, en medio de una rotonda. Ya no hacía falta, pero las colecciono, así
que la recuperé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario