lunes, 21 de octubre de 2013

Olocau


La etapa de Olocau no contó con la presencia de Javi, ausente por motivos laborales. Esperábamos más de la visita a uno de los puntos de encuentro habituales de los ciclistas, cierto es que como parte de una ruta que continúa hacia Gátova y el Pico del Águila o Puerto de Chirivilla.

Más de la mitad del recorrido de ida coincidía con la etapa de Marines, con una pequeña modificación por Colinas de San Antonio para sortear mejor las obras de la carretera de Bétera. Sin embargo, se nos hizo mucho más breve y amena, quizá porque aprendimos y no erramos en los desvíos. La tarde acompañaba con una temperatura agradable y pudimos disfrutar del descenso de la Conarda y del pedaleo entre naranjos y nuevamente con la visión de la Serra Calderona en el horizonte. No fue tan plácida la travesía de la urbanización Torre de Porta Coeli, por caminos pedregosos y polvorientos.

Por fin tomamos el carril bici que desde Bétera lleva hasta Olocau. En pocos kilómetros llegaría la subida al Collado, por lo que aprovechamos para sacar nuestras barritas y galletas, uno con más habilidad que otro, porque las de Víctor fueron al suelo y tuvo que dar media vuelta para recogerlas, así que hicimos un breve alto.

La subida tiene unos 2,5 kilómetros, pero sólo el tramo final es algo más exigente. Subimos a tren hasta que cedí y Víctor se quedó solo, pero se dosificó pensando que la subida era más larga, por mucho que se la había explicado previamente, y aproveché para superarle justo antes de coronar. Tomamos el corto pero veloz descenso, en el que me volvió a adelantar, y nos plantamos en el carrer Major de Olocau. Una panadería y un bar nos ofrecieron la merienda y nos sentamos a contemplar el singular emplazamiento de la población, entre dos altas montañas.

Trasladamos a Gloria el mensaje de que Víctor había dejado la primitiva con 5 euros para sellar en el mármol para que la echara antes de las 20:30 horas si podía y recorrimos fugazmente el pueblo antes de emprender el regreso. Una indicación de 'Gátova 11 kilómetros' nos tentó para alargar la ruta, aunque fuera a Marines Viejo que estaba a 5, pero el recuerdo de la jornada de Marines continuaba demasiado reciente y preferimos no arriesgarnos a otra etapa nocturna. La subida al Collado por la otra cara se nos hizo tan breve que acabamos picándonos por adelantar a otro ciclista que la había iniciado con ímpetu pero al que se le había atragantado. Víctor se me adelantó esta vez en la cima y nos lanzamos con todo cuesta abajo por el carril bici ancho, limpio y despejado que me permitió registrar los 50 kilómetros por hora en el 'Cateye'. Víctor me esperaba ya abajo con cara de haber gozado del descenso con algún kilómetro por hora más.

La bajada hasta Bétera no era tan pronunciada como esperábamos, y además el viento suponía un ligero inconveniente, pero rodamos con plato grande por encima de los 30 km/h, sobre todo Víctor, que volaba y tuvo que aflojar porque yo no aguantaba su ritmo. Mientras, el tráfico de ciclistas en sentido contrario era incesante. Atravesamos Bétera sin más incidencias que un recto de Víctor, que marchaba adelantado, en la rotonda que se toma a la derecha para dirigirse a Mas Camarena. Excusable, sólo era la segunda vez que pasábamos por allí. Las incidencias llegaron en el camino de Paterna con un par de impacientes conductores que nos sobrepasaron apurando más de lo que el sentido común recomienda, y así se lo hicimos ver con un dedo en alto que no era el pulgar.

Arribamos a Mas Camarena con mayor antelación que el día de Náquera, con lo que no se produjo el encuentro con deportistas practicando footing que reclamaran nuestra atención. Tras el descenso del Camí del Comte, Víctor propuso variar el recorrido hasta la meta y acceder a La Canyada por la entrada principal si se llega desde el Polígono Fuente del Jarro, con una rampa final de 500 metros exigente y en la que se ha de ofrecer lo poco que quede en el depósito. Pero el ciclismo es, a fin de cuentas, espectáculo, y nuestras etapas, también.

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